Friday, July 17, 2009

histoire d'A


Gloria se quedó helada. Se había acercado a la estantería en busca de un párrafo de la Yourcenar en “Memorias de Adriano” pero lo que encontró al abrir el libro le hizo olvidar qué coño estaba buscando y para qué. Entre las páginas de aquel maldito libro encontró lo que nunca deseaba encontrar, una foto, antigua, ella y A, diez años atrás, en Nueva York, el último viaje que hicieron juntas, al regreso fue cuando se rompió todo para siempre.
A había sido su amiga, su novia, su amante, su alma gemela, su pareja, su mujer.
Se conocieron en los años de universidad, en los comedores universitarios donde coincidían. Gloria estudiaba Geografía e Historia, A era alumna aventajada (siempre fue muy lista, la cabrona) en la Facultad de Biología donde ya apuntaba maneras. La Facultad de A era la más bonita de la zona universitaria, aparecía majestuosa en la Diagonal y sus instalaciones eran, en aquellos años, las mejores, con aquel hall central amplísimo y sus aulas y biblioteca tan nuevas.
A conoció Barcelona en un viaje de estudios siendo adolescente y juró que aquella sería su ciudad en el futuro. Lo cumplió, apenas con 18 años, abandonó París, donde había nacido, y se vino a Barcelona. Fue entonces cuando ella y Gloria se conocieron.
Desde el principio fueron inseparables. Cuando acabaron sus estudios se fueron a Madrid con la intención de pasar un año loco en una ciudad disparatada. Fue la mejor época. Olvidando los años de estudiante vivían aquellos días con una urgencia y una pasión que Gloria nunca más ha vuelto
a sentir. Viajaban mucho, con dinero o sin él. Londres, Amsterdam, Berlin, Nueva York. Y cómo se amaban, cuánto se deseaban, con qué pasión.
A querida, A odiada, A añorada, A deseada, mi niña, mi flor, mi perla...
Gloria ya no miraba la foto. Se había sentado en la silla más próxima con los ojos fijos en la pared, sin mirar nada en concreto, recordando, volviendo a sentir, uno a uno, todos los estremecimientos que el recuerdo de A le provocaba. A en la playa, saliendo del agua aquella mañana de resaca en Blanes, tan rubia, tan guapa, una diosa. A conduciendo por una carretera de Extremadura alucinando y encantada con el paisaje y los toros pastando en la dehesa. A enfrentándose a un gorila de seguridad en aquella discoteca de Castelldefels donde se empeñó en liar y fumar un porro de marihuana y, claro, las echaron de allí, A y ella paseando por los Champs Elysées o bebiendo, y escanciando, con más o menos fortuna, sidra en aquella casona asturiana.
Gloria seguía absorta en sus recuerdos. Se levantó y puso un disco. Era la “Sonata para piano nº 3” de Chopin, la favorita de A.
Ya no podría volver a escribir en lo que quedaba de tarde, así que abrió una cerveza y se acomodó en la butaca. Cerró los ojos. Quería seguir así, sumergida en una marea de nostalgia, de soledad, de tristeza.

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